sábado, 21 de junio de 2008

Antología de Ojos y Sexo explícito

Dedicada a todos los voyeaurs y amantes legales y clandestinos.

Esta antología no será única en su especie, probablemente tenga varios volúmenes más...

OJOS

"Pupilas de azul extraño
¿dónde estarán escondidas?
el día que me dejaron, mi bien,
no anunciaron su partida.

Pupilas de cielo breve,
¿dónde andarán?, no me digan.
No ven que alargan mi noche,
no ven que acortan mi vida.

[...]

De tanto vivir en sombras
hasta mi rumbo he perdido".

Sandro, Pupilas de azul extraño, 1969

"Bella como el acertar con un asiento lleno de uno mismo en un tranvía lleno de otros, ojos negros como la pena del que no los ha visto, ¡¿por qué tu andar te aleja de mí, si bastaría detenerlo para que la latitud de nuestra separación cesara de crecer?!"

Macedonio Fernández, La oratoria del hombre confuso

"Todas las casas son ojos
que resplandecen y acechan"

Miguel Hernández, Todas las casas son ojos

"Cuando cierras los ojos
tus párpados son aire.
Me arrebatan:
me voy contigo, adentro.
No se ve nada, no
se oye nada. Me sobran
los ojos [...] en este mundo
tuyo."

Pedro Salinas, La voz a ti debida

"Con los años fueron dejándome
los otros hermosos colores
y ahora sólo me quedan
la vaga luz, la inextricable sombra
y el oro del principio.
Oh ponientes, oh tigres, oh fulgores
del mito y de la épica,
oh de un oro más precioso, tu cabello
que ansían estas manos".

Jorge Luis Borges, El oro de los tigres


De cíclopes





"Espejo de zafiro fue luciente
la playa azul, de la persona mía.
Mireme y lucir vi un sol en mi frente,
cuando en el cielo un ojo se veía".

Luis de Góngora, Polifemo y Galatea

"Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos".

Julio Cortázar, Capítulo 7, Rayuela

SEXO EXPLÍCITO

"Dame tu surco
y dame vida".

Sandro, Trigal, 1970

"Me gusta ese tajo
que ayer conocí".

Luis Alberto Spinetta, Me gusta ese tajo, 1972

"He poblado tu vientre de amor y sementera
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo".

Miguel Hernández, Canción del esposo soldado

"Salgo a la calle vestido con mi sangre
celo cada instante hasta la llegada del día
y vuelvo a correr en busca de las fuentes.
Bato mi propio sexo hasta hacerlo una pasta gozosa.
Al atardecer con mis deshilachados labios
regreso a casa y todo está en orden".

Fernando Toledo, Piedra nocturna

lunes, 16 de junio de 2008

Retratos

Dedicada a una de mis literaturas dilectas

AUTORRETRATO ENCONTRADO

Como un gorrión

Es menuda como un soplo
y tiene el pelo marrón
y un aire entre tierno y triste
como un gorrión.

Le gusta andar por las ramas
ir de balcón en balcón
sin que nadie le eche mano
como un gorrión.

Nació libre como el viento,
no tiene amo ni patrón
y se mueve por instinto
como un gorrión.

Nano, 1979

RETRATO DE CERVANTES

"Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande, ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies; éste digo que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha, y del que hizo el Viaje del Parnaso, a imitación del de César Caporal Perusino, y otras obras que andan por ahí descarriadas y, quizá, sin el nombre de su dueño. Llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra. Fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlo Quinto, de felice memoria."
(Prólogo de las Novelas ejemplares.)
RETRATO DE ANTONIO MACHADO
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último vïaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.

lunes, 2 de junio de 2008

Antología sobre la muerte

dedicada a Sergio

Piedra negra sobre una piedra blanca

Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París –Y no me corro-
Tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos…

César Vallejo

Sin nombre

Nada queda. Nada somos,
Un poco al sol y al aire nos atrasamos
De la irrespirable tiniebla que nos pese
De la húmeda tierra impuesta,
Cadáveres postergados que procrean.

Leyes hechas, estatuas vistas, odas acabadas:
Todo tiene su cueva. Si nosotros, carnes
A las que un íntimo sol de sangre, tenemos
Poniente, ¿por qué no ellas?
Somos cuentos contando cuentos, nada.

Ricardo Reis (Fernando Pessoa)

Lisbon Revisited (fragmento)

No: no quiero nada.
Ya dije que no quiero nada.

¡No me vengan con conclusiones!
La única conclusión es morir.

¡No me traigan estéticas!
¡No me hablen de moral!
¡Sáquenme de aquí la metafísica!
No me propongan sistemas completos,
No me alineen conquistas
De las ciencias (¡de las ciencias, Dios mío, de las ciencias!)
De las ciencias, de las artes, de la civilización moderna.

¿Qué mal hice yo a los dioses todos?

¡Si tienen la verdad, guárdenla!

Álvaro de Campos (Fernando Pessoa)

Soneto

Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía.

Salíme al campo, vi que el sol bebía
los arroyos del yelo desatados,
y del monte quejosos los ganados,
que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa; vi que, amancillada,
de anciana habitación era despojos;
mi báculo, más corvo y menos fuerte;

vencida de la edad sentí mi espada.
Y no hallé cosa en que poner los ojos
Que no fuese recuerdo de la muerte.

Francisco Quevedo

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El miedo a nacer se adquiere muy tarde, porque se nace tan al principio que nos falta experiencia para entender qué es esto de nacer. Luego vivimos con miedo a la muerte, pero nuestro miedo sería mucho mayor si descubriéramos que no podemos morir nunca.
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Agonía al nacer, agonía al morir, estrecha entrada a la existencia, estrecha salida de ella. Pero a veces hay una muerte calentita y entrada corta y fácil.

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Vida, todo lo ocultas si puedes pero el Suicida te Juzgó. Pero el Suicida te escapó, se te hizo inalcanzable. Y el Fakir te ignora y te vive: vive sin ti.

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No toda la muerte ocurre o es lo que ocurre al fin del vivir, ni es en ella todo muerte: venía de antes y no ocurre del todo nunca.


De “Todo o nada”, Macedonio Fernández